Una lata de Coca Light. Si mal no recuerdo, eso es lo que subí a buscar a casa de mi hermana, quien vive cuatro pisos arriba mío, un lunes cuando las restricciones de la cuarentena estaban en todo su apogeo.

El jueves, tres días después de mi incursión por las escaleras, mis pantorrillas todavía gemían con cada paso que daba. Fue ahí cuando verdaderamente me percaté que se nos estaba oxidando el cuerpo, la mente y el ánimo en el encierro.

En ese entonces estaba desesperada por salir, correr y saltar, cosas que jamás hago, pero que en medio de una pandemia son libertades que uno añora poder disfrutar. Sin embargo, ahora que las cosas están reajustándose en un lento retorno a nuestra vida A.C., me siento como una oruga.

En las mañanas, imagino que mis pies dejan una estela de pegamento con cada paso que doy. No he terminado el trayecto desde mi cama hasta la ducha y ya estoy deseando que sea de noche para volver a reencontrarme con mis sábanas. O calculando por lo menos en qué momento del día puedo agendar una siestita.

Nunca he sido una morning person, pero este desgano es altamente inusual en mí.

Quiero concentrarme, y no puedo. Todas las cosas que antes hacía en un día, ahora me demora una semana hacer solo una. No es una pereza física, es un letargo mental.

Así que con dolor en el alma tuve que despedirme de mi amado juego de Gardenscapes a pocos niveles de llegar al 3,000. Lo desterré de mi teléfono. Para siempre. No es lo mismo entregarte a un juego mientras estás confinada y no hay a dónde ir ni qué hacer, que llegar tarde a una cita por ¡Zoom! por estar enfrascada en un videojuego en tu celular (a la edad que tengo).

Mi agenda, que tiene la mitad de las páginas en blanco desde mediados de marzo, actualmente tiene anotada en sus páginas tareas tan banales como recordarme de hacer llamadas de teléfono o devolverle un adaptador eléctrico a alguien.

No creo que son ideas mías, pero solo encuentro dos alternativas que expliquen mi situación actual: la cuarentena dejó más secuelas que las obvias, o necesito tomar un curso para potenciar mi manejo del tiempo. Como sea, necesito reactivarme.

p.s. Escribir esta columna me demoró cuatro días.