Pocas cosas son absolutas, pero esta es una de ellas: nada en la vida es enteramente bueno ni completamente malo.

Así, pues, el orgullo, ese defecto responsable de tantos perdones que se quedan sin pedir y de tantas relaciones que se disuelven por el ego, de pronto me sorprendió dejando en mi boca un humilde sabor a victoria.

Mis ojos estaban puestos en la calle, pero mis pensamientos aleteaban en un mundo paralelo, cuando aterrizaron como un meteorito en el aquí y ahora, mientras maniobraba el volante de mi carro.

A veces solo se requiere una canción para abarcar un par de años y una constelación de recuerdos. Y cuando salió Cosas que pasan, de Los 33, en las bocinas de mi carro, yo ya no estaba atorada en el tráfico. Me transporté en un instante a un tiempo no tan lejano, en mi escritorio, en la oficina, con mis audífonos puestos, lágrimas en mis cachetes y una caja rectangular de Kleenex flanqueando mi teclado.

Eran los tiempos de multitasking, cuando podía llorar y escribir a la vez. Cuando mi asiento le daba la espalda al resto de la oficina y al mundo entero de facto. Fue el ciclo posterior a la era en que mi cama y yo éramos una sola masa, en que las sábanas envolvían mi cuerpo y mi alma, y mi voluntad era puesta a prueba cada mañana, cuando decidía que no iba a sucumbir a la desesperanza, la incertidumbre y la tristeza. Y me paraba a enfrentar el día.

La canción que me estaba saliendo ahora en la radio era el himno de esos días, pero ahora empecé a cantar, primero en voz baja, y luego desafinando con entusiasmo. Recordé cuando la frase “hay que aprender del dolor, hay que aceptar que las cosas son como son”, me ponía de rodillas emocional. En ese entonces, no quería aceptar nada. Escucharla ahora me hizo sonreír. En el solo de guitarra, en el minuto tres de la canción, vi el pasado con claridad, no porque me marcó, sino porque lo viví y tengo buena memoria.

Nada es estático, ni siquiera el dolor. Y ahora, mientras escribo esto, mis ojos brillan de nuevo, pero esta vez con gratitud.

Tengo la certeza de que todo pasa, incluso aquello que nos pasa. Nada es absoluto, todo cambia, y el mismo tiempo que nos trajo pruebas, se las lleva. Lo estoy viendo alejarse como un camión recolector de basura…