Los niños tienen una salidas… Me acuerdo cuando una de mis amigas estaba encinta de su segundo bebé. La suegra, preocupada de que el hijo mayor se pusiera celoso, se acercó a él un día y empezó a prepararlo para la inminente llegada de su nuevo hermanito.

“El amor nunca se acaba”, comenzó a decirle. “Cuando nacen hermanitos, el corazón crece, crece y cada vez se pone más grande, porque hay amor para todos”. El niño la miró y le contestó: “abuela, ¿por eso tú tienes las bubbies tan grandes?”. Mi amiga estaba mortificada, pero la verdad es que le dio risa.

Otro día, mi hermana iba en el ascensor del centro comercial con su hijo. Cuando se detuvo en un piso se subieron tres personas más, y sonó la alarma de sobrepeso. El que había entrado de último se tuvo que bajar. Una señora le dijo aliviada a su amiga: “menos mal que yo no estoy gorda”, a lo que mi sobrino, entrometido, intercedió apuntando a la otra señora: “usted no, pero ella sí”. Para mi hermana ese fue un momento de trágame tierra y escúpeme en mi casa.

Pero no siempre los comentarios de nuestros niños nos hacen pasar pena. A veces nos sacan enormes sonrisas. Como otro día, hace años, en que yo iba con mis hijos en el carro. De pronto, uno de los chicos exclamó, apuntando hacia el cielo, “mami, mira, ¡un avión!”. No recuerdo bien cuántos años tenía, pero calculo que como tres o cuatro, ya que en verdad estaba emocionado de ver la aeronave sobrevolando el cielo.

Uno de sus hermanos mayores, perfecto sabelotodo que es, le dijo: “bobo, eso no es un avión. ¡Es una avioneta!”. Y por supuesto se formó la discusión… ¡Avión! ¡Avioneta!, decía uno y le respondía el otro, hasta que el más chico recurrió a mí como mediadora.

“Mami, ¿eso es un avión, verdad?”, me preguntó. Ahora yo estaba en problemas, porque la realidad es que era una avioneta. Pero no quería que el chiquito se pusiera triste ni que su hermano se burlara de él. Le dije, con total diplomacia: “mi vida, es una avioneta, pero no importa; lo que cuenta es que vuela”.

Ya el más grande iba a empezar a regodearse, cuando el chico se volteó hacia él y le dijo: “ok, es avioneta, pero no importa, porque cuando crezca, ¡va a ser un avión!”.