No reciben la tarjeta del Día de la Madre hecha en la escuela, aunque en muchos casos trasnocharon con nosotros ayudándonos a terminar la presentación para la clase de ciencias. Tampoco nos quitaron un ojo en la sala de emergencias del Seguro. Muchas nos quieren como si fuésemos suyas, otras son nuestras confidentes más leales y nuestras mejores amigas. Aunque no siempre las historias comienzan con pajaritos y princesas cantarinas, lo cierto es que muchas madrastras o, mejor dicho, “segundas mamás”, “mamá-dos”, “mamadrastras” y “mamás postizas” son un bastón incondicional para nosotros y, en muchas ocasiones, hasta la mano derecha de nuestras mamás biológicas.

Nadie les da crédito, a pesar de que la mayoría debe enfrentar sola uno de los retos más complicados en la vida de una mujer enamorada: los hijos de su pareja. Unos seres diminutos -pero intimidantes y desconfiados- que constantemente las evaluaron y las juzgaron.

Superar eso y obtener una relación sana y exitosa entre madrastras (o padrastros) y los hijos de su pareja es algo que se cultiva con paciencia, como cualquier otra relación. Más allá de caerse bien o mal, en las historias con final feliz las madrastras se acercaron con cuidado, con delicadeza, y crearon el espacio y el tiempo para conocerse primero. Y al final del camino, los sentimientos se acomodaron y ellas lograron ocupar un lugar muy importante en la vida de los hijos de su pareja.

Gracias a la internet existen hoy decenas de blogs, revistas y recursos que dan apoyo y acompañan a mujeres (y hombres) que asumen el rol de segundos padres y madres de hijos adoptados con el corazón.

Como el grupo de apoyo Ser Madrastra (http://sermadrastra.com) creado por dos hijastras/madrastras para ayudar a las familias reconstituidas a comprender sus propias dinámicas, tener herramientas para gestionarlas y así superar los retos que plantea este modelo de familia; o la página web Familias reconstituidas (http://unaf.org/blogfamiliasreconstituidas) que en su sección “recursos” ofrece un manual para entender las dinámicas familiares y mejorar el acercamiento y la relación entre todos los miembros de la nueva familia.

Por su parte, Mamadrastra es el blog de una madrastra primeriza que decidió ponerle una cara más amigable a la madrastra de cuento. En su página Mamadrastra.com habla sobre su propia experiencia con su pequeña hijastra, cuenta anécdotas, da consejos y no solo a otras madrastras, sino también a las madres que son o serán divorciadas y que tendrán que asumir su existencia. Para la autora del blog “ser madrastra es muy complicado y todavía está estigmatizado. En España se empieza a hablar ahora de este tema y ese fue uno de los objetivos de mi blog: visibilizar el papel de la madrastra del siglo XXI y también compartir nuestra experiencia con la madre de la niña, que no está siendo fácil, con la intención de concienciar a los progenitores de la necesidad de actuar de forma responsable en los divorcios”.

Erica Marcos y Dania Jaén son madrastras y Noren Rodríguez y Catalina Jacobs son hijastras, y las cuatro coinciden con la bloguera en mantener las peleas y problemas del divorcio lo más alejados de los hijos.

Posiblemente esa es la regla de oro y, en gran parte, el motivo principal para que sus respectivas relaciones hayan sido exitosas y para que el proceso de adaptación no se extendiera más de lo normal y fuera más doloroso.

En sus historias de amor hacia los hijos de sus esposos o parejas de sus padres no hay recetas ni fórmulas, pero todas reiteran ciertos aspectos que vale la pena conocer:

1. Que aman a sus hijastros e hijastras profundamente (y estos se sienten genuinamente amados). Cuando Dania comenzó la relación con la hija de su actual pareja, leyó y se asesoró bastante y “poco a poco me fui ganando su cariño, pero no fue fácil”. Para Catalina, su madrastra ha sido una persona clave en muchas decisiones de vida importantes, y a pesar de que ya no es pareja de su padre, “yo la quiero mucho y sigue siendo parte de mi vida. Más bien a ella le debo el haber tenido una relación con mi padre. Ella es la que se preocupaba por mantener a la familia unida, se acuerda de los cumpleaños, se preocupa si necesitas algo, se emociona por los logros de tus hijos -sus nietos- como si fueran realmente de ella”. Y es que lo son, respondería cualquiera de estas mujeres. El “como si” sobra siempre.

2. Que para ellas es importante y natural hacerles sentir a sus hijastros que son parte esencial del grupo familiar. Todas concuerdan en que es importante que todos los miembros de la familia se involucren en el proceso de restablecimiento de la nueva familia: los progenitores, las nuevas parejas, pero también abuelos, tíos, maestros y amigos de todas las familias involucradas: “la tuya, la mía y la nuestra”.

Con excepción de Noren, a casi ninguna de las hijastras se les preparó para tener una madrastra, y las madrastras no tuvieron realmente un curso de capacitación para serlo. A casi todas “les chocó” la llegada de este personaje externo que, en la cultura y en los cuentos, había hecho sufrir a tantas princesas y protagonistas de telenovela. Dania tuvo que prepararse e informarse por su cuenta, aunque a Erica le “tocó fácil” porque cuando llegó a la vida de sus hijastras, ellas ya tenían la experiencia “del otro” con la pareja de su mamá biológica. Pero el drama le llegó de parte de sus padres, a quienes les costó aceptar la relación que venía “con mochila”.

Por otra parte, es muy importante que el padre esté presente en todo el proceso “y no dé por sentado que los niños aceptarán a su pareja inmediatamente”, asegura Catalina. “A veces ellos no se dan cuenta de que es un proceso que toma tiempo y muchísimo cuidado, porque en esa etapa inicial, esta relación con la madrastra es bastante volátil”. La pareja de Erica no le presentó a la niñas hasta que la relación estaba completamente establecida, y luego la introducción fue muy lenta y delicada. En la medida en que se van desarrollando las nuevas dinámicas familiares y se van superando etapas, es bueno incluir a los mismos hijos. El nombre del hijo de Erica, por ejemplo, lo eligió la menor de sus hijastras. “Lo más divertido es que, además, los dos se parecen mucho físicamente”.

Y es bastante seguro que si la relación con la madrastra es buena, la relación con los nuevos hermanitos lo será también. Dania y Erica se enorgullecen de que entre sus hijos biológicos y sus hijastras hay una excelente relación “y se quieren y cuidan mucho”. La llegada al mundo de una hermanita y la oportunidad de participar en su cuidado le dio a Noren y a su madrastra una razón positiva para acercarse. La clave es no hacer diferencias entre los hijos y que todos reciban la misma atención y cariño.

3. Que es mejor observar y mantener un sitio neutro. Una vez que Noren le tomó confianza a su madrastra, llegó a contarle cosas que a veces no se atrevía a compartir con su mamá o su papá. “Pero ella, como adulto responsable, le contaba a mi papá lo que estaba pasando”, relata. Por su parte, Erica afirma que “cada uno tiene su rol. Aunque a veces tengamos conversaciones de ciertos temas que, por diferencias generacionales o de crianza, no quieren hablar con sus padres. Pero muchas veces consulto con su mamá o su papá si les puedo hablar de tal o cual tema (sobre todo en cuanto a salud sexual y reproductiva, porque ellos tienen un background más conservador que yo)”. Para Erica es importante respetar los roles de cada uno.

“En unas vacaciones a la menor le llegó la menstruación y a la primera a quien le contó fue a mí. Ni siquiera a su hermana. Ella ya estaba preparada y se lo tomó todo muy bien, pero quería compartirlo conmigo porque se dio cuenta de que yo estaba preocupada (hacía días que yo presentía que algo le pasaba). Mi consejo fue que llamara a su madre inmediatamente para contarle, y así lo hizo”. Para Noren fue clave que su madrastra siempre le haya manifestado que su rol no era reemplazar a su mamá y eso le dio la confianza para sentirse “libre” para quererla sin sentir remordimientos ni que traicionaba a su progenitora. Pero sobre todo que, a pesar de que la corrigió y disciplinó cuando debía, siempre hubo comunicación, y su madrastra “nunca me habló mal, nunca me insultó ni me faltó al respeto. Y nunca habló mal de mi mamá”.

4. Por eso: ni se te ocurra hablar mal de la otra. Aunque la madre les haga la vida de cuadritos a todos, jamás se dice nada negativo de ella frente a los niños. Y para Mamadrastra la razón es muy simple: Le hacemos más daño al niño y lo exponemos a situaciones más difíciles de las que ya están pasando. Por otro lado, la relación con la madrastra será mucho más fácil si la mamá reacciona positivamente y no se generan conflictos de lealtad en los hijos, problema frecuente en divorcios destructivos e independiente de las edades de los hijos. “Evitemos cuestionar o criticar delante de los niños, porque automáticamente uno va a tomar el bando de la mamá”, asegura Catalina como hijastra, “y te terminas sintiendo culpable con tu mamá por querer a tu madrastra y con tu madrastra por negar que la quieres”.

“Incluso a veces los niños, por no traicionar a su mamá, hacen cosas o se comportan de manera distinta a como realmente son o sienten”, agrega Dania. Ella asegura que la eventual aceptación de la mamá de su hijastra a la relación con ella fue clave para que la niña superara la situación de manera positiva y que no sufriera más.

5. Y que las pequeñas cosas son las más especiales. Hay muchas cosas que la gente no sabe sobre ser madrastra. Que la palabra es tan fea que cuesta usarla en público al presentarse o que para ellas es tan natural levantar a sus niñas y niños de la cama, obligarlos a bañarse, acompañarlos al doctor, escucharles su problemas o darles consejos y mandarse memes por el Whatsapp. Lo mucho que todas estas madrastras e hijastras disfrutan haciendo actividades con sus niños y niñas. Lo especial que es crear nuevas tradiciones y compartir experiencias con ellos.

Pero lo más importante y que nadie menciona en los cuentos de hadas ni en las telenovelas es que nadie les dijo que convertirse en madrastras, mamás-dos, segundas mamás y madres postizas las haría tan felices a ellas, y a los hijos que aceptaron con el mismo amor que sentirían si ellas mismas los hubieran traído al mundo.